lunes 8 de abril de 2013
¿Qué motiva a las personas? Hallazgos y reflexiones de la ciencia para pensar las políticas docentes
El compromiso de los docentes es una condición ineludible para lograr una mayor justicia educativa. Así lo planteamos en el libro La construcción de la justicia educativa: no solamente se necesitan docentes bien formados, sino también comprometidos. Cómo fortalecer este compromiso es una de las cuestiones más complejas de la política educativa y de las que más han despertado férreos debates en el ámbito internacional y nacional.
Muchos defienden la necesidad de fortalecer los incentivos extrínsecos. Se plantea que los docentes mejoran sus resultados cuando:
1) Se les paga según resultados en evaluaciones estandarizadas de calidad.
2) Se les exige una “rendición de cuentas”, a través de la publicación de resultados de aprendizajes de alumnos o a través de evaluaciones a docentes.
El video de RSA Animate “Lo que realmente motiva a las personas” es un gran aporte para reflexionar sobre este tema. Allí, Dan Pink muestra cómo múltiples investigaciones de sociólogos, psicólogos y economistas han demostrado que los incentivos monetarios no impactan en el desempeño de las personas, sobre todo cuando la tarea es compleja e involucra pensamiento crítico y creatividad.
Por el contrario, lo que motiva a las personas a esforzarse en este tipo de tareas es:
1) La autonomía
2) La posibilidad de desarrollar competencias, ganar expertise.
3) Un sentido de propósito de la tarea. El “para qué”.
Y lo que se necesita es pagarles a las personas lo suficiente para que el dinero deje ser un problema, una variable en la ecuación.
Lo interesante es que estos hallazgos coinciden con las últimas reflexiones sobre políticas para los docentes. Si se espera que los docentes se comprometan en procesos educativos que desarrollen competencias complejas en sus alumnos (pensamiento crítico, aprender a aprender, etc.), y no solamente responder preguntas sencillas sobre los contenidos curriculares, los incentivos monetarios no sirven. Tampoco sirve implementar evaluaciones masivas y complejas a los alumnos o a los docentes, que cuestan dinero y esfuerzo a los ministerios de educación, sin que estén articuladas con estrategias de desarrollo profesional.
El caso de Finlandia, comentado previamente en este blog, es paradigmático. Allí no hay pago por resultados ni evaluaciones masivas. Un sentido compartido de qué se espera de la educación, sueldos no demasiado altos pero dignos, ámbitos de trabajo desafiantes que permiten aprender día a día como enseñar mejor, y autonomía profesional para definir el curriculum, son los secretos del éxito finlandés.
Que los países latinoamericanos no lleguemos tarde a las discusiones sobre qué sirve y qué no en política educativa. Que no gastemos energías y dinero en sistemas conflictivos, complejos y costosos como el pago por resultados o las evaluaciones a alumnos y docentes estandarizadas y burocratizadas que no estén articuladas con estrategias de mejora. El dinero debe servir para darle dignidad al trabajo docente, no para premiar a los mejores. Las evaluaciones estandarizadas deben diseñarse para contribuir a la reflexión sobre el propio desempeño, a nivel individual, escolar y sistémico. No para clasificar a los docentes y escuelas según sean malos, buenos o excelentes.
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