Corea del Sur logró en las pruebas PISA 2009 competir mano a mano con Finlandia el liderazgo mundial de un sistema educativo nacional. En las pruebas de comprensión lectora fue el país con mejores resultados de los 65 participantes (entre los cuales se encuentran todos los países desarrollados incorporados en la OCDE).

Un libro editado en español permite observar la génesis histórica de estos asombrosos resultados. Su título es Fiebre educativa. Sociedad, política y anhelo de conocimiento en Corea del Sur, escrito por el investigador Michael Seth y prologado por Pedro Krotsch y Carolina Mera. 

Se trata de un libro fascinante para el estudio comparado de la política educativa. Corea del Sur es un país cuyo orden social, político y económico se basa en el sistema educativo. Los resultados educativos definen gran parte de la vida de las personas (si pueden seguir estudiando y qué pueden estudiar, en dónde pueden trabajar, dónde se ubicarán en la estructura social). La fiebre educativa de Corea del Sur se expresa en su sistema de exámenes, especialmente para acceder a las universidades o lo que allí se denomina sihom chiok -el infierno de exámenes-. 

Prepararse para estos exámenes lleva años. Muchos alumnos se preparan desde la escuela primaria y durante años asisten a escuelas de jornada completa y luego a escuelas particulares pagas nocturnas. Gran parte de los alumnos coreanos estudian entre 12 y 14 horas por día y casi no tienen vacaciones. 

Una idea de la importancia de los exámenes lo indica el mes previo al examen del 17 de noviembre cuando se paraliza el país. Los exámenes son preparados por 180 funcionarios y profesores que se recluyen con custodia en un hotel alejado y luego son completados por los estudiantes que buscan acceder a las limitadas plazas de las universidades. En las nueve horas que dura el examen se define buena parte de la vida de cada estudiante. 

Este sistema acarrea dos grandes problemas recurrentes en la educación coreana: la tendencia a la reproducción educativa de las desigualdades sociales (dado que los que tienen menos recursos no pueden pagar buenas escuelas particulares y fracasan en los exámenes) y la anulación de la libertad para vivir la infancia y la adolescencia bajo la abrumadora presión de los exámenes. Por eso el gobierno coreano ha implementado todo tipo de reformas en los últimos 30 años, cambiando una y otra vez los sistemas de exámenes, pero no logrando nunca desactivar su molde basado en el cupo para el acceso a las universidades. 

En esta obsesión social por la educación se explica el éxito de Corea del Sur en las pruebas PISA. Pero también allí se expresan las limitaciones de PISA como instrumento de medición de la calidad educativa. El éxito de Corea se paga con el sufrimiento de los jóvenes y el sacrificio casi absoluto de todo espacio de recreación y libertad. No todo lo que sube en el ránking PISA es un ejemplo a seguir ni puede pensarse aislado de su cultura.